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- Luces y sombras de la Industria Musical
Posted by : Eva
viernes
Ecodallaluna en Flickr. Licencia CC.
El modo que
tenemos de escuchar música está cambiando. Según Promusicae, durante este pasado
verano las ventas de música digital (53,94%) finalmente superaron a las ventas
físicas (46,06%). No hay duda de que nos
encontramos ante una nueva fase para la industria musical, pero, ¿es la
salvación al retroceso en ventas de los últimos años?
Para los
amantes de la música, Internet es una gran barra libre, tanto gratuita como de
pago. Plataformas como iTunes o Bandcamp —una buena herramienta enfocada
sobretodo a artistas emergentes— y portales de compra como Amazon, nos dan la
posibilidad de adquirir, a precios mucho más bajos que los encontrados en tiendas
físicas y grandes superficies, el último tema o álbum de nuestro artista
favorito. A golpe de clic. Estas alternativas y otras medidas contra
la piratería por parte de los gobiernos han hecho que los usuarios opten cada
vez más por servicios legales. Por dar un ejemplo, durante los tres años posteriores al bloqueo de
webs como The Pirate Bay, se ha registrado una caída del 45% de visitas a los
sitios Bit Torrent en el Reino Unido.
Los servicios de streaming
representan un 54% del mercado digital español
Pero en este
artículo vamos a centrarnos en uno de los servicios de música digital que está
cogiendo más fuerza dentro de esta industria: el streaming. Spotify,
Deezer, Tidal y Apple Music son algunos de los 400 servicios legales del mundo
que ponen a nuestro alcance, a cualquier hora, a cualquier lugar y por una
pequeña mensualidad —a veces incluso gratuita— una infinita biblioteca de
artistas y canciones (se calcula que ya hay 43 millones de canciones). En el
total mundial de las ventas digitales, los servicios de streaming representan
un 32% de los ingresos, (con un crecimiento del 39% respecto al año anterior).
En España, el negocio representa el 54% del total del mercado digital (Datos: Promusicae).
Mientras los usuarios celebramos el
acceso ilimitado de música, artistas y discográficas critican los modelos de
gestión de los servicios de streaming
No solo han
cambiado los medios con los que accedemos a la música, sino también nuestros
hábitos. Los smartphones y los
ordenadores son los dispositivos más utilizados (Nielsen
Music). Así que ¿dónde quedan los CDs, casettes y vinilos? Estos formatos han visto disminuir sus ventas
de 600 millones de euros en el 2001 a los 129,9 millones en el 2014 (Datos:
Promusicae): la playlist se impone al resto de formatos, cada vez más apreciados
únicamente por los nostálgicos.
Los usuarios
celebramos este ilimitado acceso a grandes cantidades de música; sin embargo,
han sido muchos sus detractores. Artistas y discográficas han presionado y
criticado los modelos de gestión de los servicios de streaming. Uno de los primeros en rebelarse fue Thom Yorke, líder
de Radiohead y Atoms For Peace: después de lanzar el álbum In Rainbows (2007) en Spotify a la vez que en las tiendas, Yorke decidió retirar sus trabajos en
solitario y con Atoms for Peace de Spotify por lo insignificantes
que eran los beneficios que obtenía y el
modelo de industria que representa. Como él, Björk decidió no usar la
plataforma para el lanzamiento y promoción de su álbum Vulcania y otros como Jay Z y Beyoncé crearon su propia plataforma,
Tidal. En el caso de Taylor Swift, primero retiró su discografía de Spotify y posteriormente
presionó con éxito a uno de los grandes, Apple, para que pagara a los artistas
durante los meses de prueba gratuita para los usuarios de su servicio Apple Music, disponible
desde el 11 de noviembre en teléfonos Android.
Algunas
discográficas han llegado a pedir a las plataformas que limiten el acceso
gratuito o que ofrezcan una calidad de sonido inferior para que ello incite al
usuario a cambiar su suscripción gratuita por una de pago. ¿Serían decisiones
acertadas? Spotify opina que ofrecer el
modo gratuito, con algunas limitaciones como la publicidad entre canciones, es
la manera más acertada de captar al usuario para escuchar música primero e
incentivarle a suscribirse a la modalidad Premium
después. En prueba de ello, se estima que los ingresos generados por
publicidad en las versiones gratuitas de los servicios de streaming no llegan a representar ni la tercera parte de los
beneficios obtenidos mediante las suscripciones. ¿Quién tiene razón?
Según David Byrne, «los artistas que
no son Pharrell Williams» lo tienen muy difícil para sacar
algún beneficio con los nuevos modelos de negocio
En un
artículo en el New York Times, el
artista, escritor y fundador de The Talking Heads David Byrne, «abría la caja negra de la industria musical» mostrando las relaciones entre plataformas, sellos y artistas. Según
explica Byrne, es fácil acusar a los medios de streaming pero que en realidad es un problema mucho más complicado:
entre otras cosas, falta mucha transparencia entre todos los agentes de una cadena
de producción musical donde «los artistas que no son Pharrell Williams» tienen
complicado vivir únicamente de su música con los ingresos recibidos. Tras
varias polémicas, las plataformas de streaming
se han visto obligadas a informar sobre sus modelos de gestión con total transparencia
(véase Spotify Artists). Parte de
sus beneficios se invierten en el mantenimiento, desarrollo e innovación de sus
servicios y destinan aproximadamente el 70% de sus beneficios de las cuotas de
suscripción y de la publicidad a los propietarios de los derechos de las
canciones, normalmente sellos discográficos; de este 70%, el artista recibe
aproximadamente un 15%. En una industria en la que hay que tener en cuenta
gastos de grabación, producción, distribución, promoción y giras, un 15% es una
cantidad razonable para el artista. Pero
en el momento en el que los gastos de fabricación y distribución se reducen,
¿no sería necesario adaptar dichos porcentajes en una industria en la que
imperan nuevos modelos tecnológicos?
Lo que necesita la industria del
sector son iniciativas que mejoren e inciten el uso de las nuevas tecnologías
para conectar con los amantes de la música
Mientras, los
artistas siguen recibiendo el mismo porcentaje de beneficios de las ventas
físicas y digitales pero han tomado consciencia de que su música es más
accesible para el usuario facilitando la escucha de sus canciones. Algunos cargan
contra los servicios de streaming y
plataformas musicales pero ¿son éstos los malos de la película? Aquí no hay ni
buenos ni malos. Lo que necesita esta industria son iniciativas en las que se
prioricen acuerdos y transacciones comerciales más transparentes y simples, con
los que se construya un entorno de confianza entre los principales actores, en
el que todos se muevan por un mismo interés, en el que se priorice la música y
en el que se reduzcan las polémicas dentro del mismo sector. Pero, sobre todo, hay
que crear iniciativas que mejoren e inciten el uso de las nuevas tecnologías
para conectar con los amantes de la música. Al fin y al cabo ese siempre acaba siendo el objetivo de esta
industria.
Don Passman,
un reconocido abogado del sector, lo tiene claro. Él habla
de ciclos tecnológicos y, sobre todo, de ciertos patrones que se repiten cada vez que una tecnología
(vinilo, cassette, CD o servicios de streaming) impacta en la industria
discográfica (se recomienda leer su libro All
You Need to Know about Music Business y ver este vídeo). Según la Teoría Passman de los Ciclos Tecnológicos,
primero se intenta catalogar de alguna manera los nuevos dispositivos de
consumo y comprender cómo funciona su economía. Tras un período de prueba en el
que se invierten grandes cantidades en estas nuevas tecnologías, las empresas
empiezan a obtener grandes ganancias, que no tienen por qué repercutir en los
artistas hasta que sus contratos expiran o se renuevan. Y en ese punto es donde
nos encontramos ahora. Según Passman, el
siguiente paso está tras esos nuevos contratos con los que finalmente se
encontrará el equilibrio entre artista, propietario de los derechos y
discográfica. ¿Tendrá razón y se repetirá el ciclo? ¿O estamos antes una
auténtica revolución tecnológica y musical sin precedentes?
En los últimos
meses, se han tomado las primeras iniciativas con las que se pretende impulsar
una industria en la que no se pierde el valor de la música. Los últimos
datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI),
hablan de un aumento del 13% de la facturación destinada a los pagos para los
artistas. Pero hay temas pendientes por aclarar. Sitios web como YouTube —una
de las principales vías de acceso a la música— se consideran así mismos proveedores
de hosting (alojamiento web) cuando
son servicios de distribución de contenidos como las plataformas de streaming. Por ello, deberían seguir un
modelo de gestión similar al de los servicios de streaming, para que artistas y sellos discográficos reciban los
ingresos generados de forma similar al de las plataformas mencionadas.
El sector musical es un entorno
continuamente cambiante en el que las amenazas que se intentan suprimir
resurgen de las cenizas con nuevos nombres cual ave fénix
Por otra
parte, se siguen realizando estrategias contra la piratería que aún necesitan
ser apoyadas constantemente por los gobiernos y las principales empresas
tecnológicas. Iniciativas como bloquear
webs Bit Torrent, posicionar siempre en primer lugar las webs de descargas
legales en los motores de búsqueda y suprimir plataformas de pago y espacios
publicitarios en los sitios web ilegales, requieren de mucha constancia y sobre
todo paciencia. A largo plazo serán iniciativas que ayudarán a que los
usuarios migren cada vez más hacia servicios legítimos, como ha sucedido en
países como Reino Unido, Suecia o Alemania.
Sin embargo,
aún queda mucho trabajo por hacer en el sector, y más en un entorno
continuamente cambiante y en el que las amenazas que se intentan suprimir resurgen
de las cenizas con nuevos nombres cual ave fénix. Debemos devolverle el valor a la música, crear un entorno en el que las
retribuciones a los artistas sean lo más justas posibles y en el que quede
espacio para los artistas emergentes. Todo empieza por la aceptación de que
el panorama musical y sus reglas han cambiado y de que no es cuestión
únicamente de prohibir actos ilegales y dirigir a los usuarios y consumidores
por el “buen” camino. Va más allá. Nadie
dice que será tarea fácil.